“La realidad de una persona no es lo que te revela, más bien lo que no puede revelarte. Si la quieres comprender no escuches tanto lo que te dice como lo que no quiere decirte”.
(Khalil Gibran, 1926)
Hace casi cien años, noventa y dos para ser exactos, Khalil Gibran escribió su libro de poesía “Sand and foam”, una recopilación de los pensamientos y las reflexiones que marcaban su polo vital. En su obra fundamentalmente nos habla de las personas en el sentido más amplio de la palabra: los sentimientos y las percepciones, del placer y de las razones, de los defectos, las virtudes, lo eterno y lo efímero.
¿Cuántas veces a lo largo de nuestra vida nos hemos encontrado queriendo conocerlo “todo” de alguien? Saber exactament como piensa, como siente, que le gusta o que le molesta. ¿Pero os habéis planteado alguna vez si esto es posible? Y si no lo es, ¿Donde están los límites? ¿Quién los pone? ¿Son necesarios?.
Para empezar, quizás habría que decir que todos nosotros, intrínsecamente, nos vamos conociendo en un proceso de aprendizaje que durará toda la vida. Desde que nacemos vamos acumulando experiencias que nos servirán de guía para el camino que vamos a recorrer. Aprendemos a relacionarnos con el entorno. Primero con el padre y la madre, los hermanos, los abuelos, la familia…. y vamos ampliando el círculo hasta las relaciones con los otros. Este será el hilo conductor a lo largo de nuestra existencia.
Ya de muy pequeños aprendemos el juego de los adultos, vamos sabiendo que se espera de nosotros, lo que “está bien” y lo que “está mal”. Y cómo todas las personas, grandes y pequeños, queremos dar una buena imagen, lo normal es que tendamos a esconder lo que por el motivo que sea sospechamos que no gustará. Lo cierto es que esto forma parte de nosotros mismos, que somos un compendio de un todo: lo bueno, lo no tan bueno, lo malo y lo peor.
Por ese motivo, como tenemos tan interiorizado lo que socialmente y culturalmente está etiquetado como “bueno” y cómo “malo”, cuando queremos gustar y causar una buena impresión, no nos mostramos exactamente cómo somos en realidad, sinó como pensamos que seremos socialmente mejor aceptados. En mayor o menor grado, consciente o inconscientemente, es algo que en algun momento de nuestra vida todos hemos hecho, por lo tanto, y volviendo a la frase de Khalil Gibran, si de verdad queremos tener una idea general y más completa de cómo es una persona, cuando hable la escucharemos atentamente con los cinco sentidos, pero sin olvidarnos que una parte de ese alguien se mantiene escondida de miradas ajenas. La tendréis que ir descubriendo poco a poco y a través tanto de sus silencios como de sus palabras.
No olvidemos que todos y cada uno de nosotros tenemos una parte muy íntima y muy privada, donde pueden habitar esperanzas, ilusiones, historia, anhelos, decepciones, miedos, etc. Todo el mundo tiene derecho no sólo a tenerla, sino a mantenerla, como un refugio inviolable.
En otra entrada os hablaré de este espacio en el mundo de la pareja, como a veces, lo supuestamente desconocido se vuelve una fuente de sospechas, de miedos y de angustia. El hecho de querer alcanzar el que es inabarcable, buscando una seguridad basada en una premisa muchas veces errónea… Por qué, ¿Quién puede controlar un pensamiento, una sensación o una percepción? ¿Por qué cuando no tenemos la sensación de control absoluto nos genera inseguridad? ¿Esta inseguridad nos viene dada por unas actitudes de nuestra pareja o realmente está en nuestro interior, como una losa que nos mantiene en un estado de sufrimiento constante, que no nos deja salir a la superficie, a respirar el aire limpio y claro de un día soleado y sin sombras?.
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