Estos días hemos asistido al periodismo más sensacionalista ante el triste hecho de la caída de un niño a un pozo, cuando una serie de dificultades retrasaron los trabajos de rescate. Algunos medios de comunicación han hecho un seguimiento intenso y exhaustivo, han especulado y han opinado sin ningún respeto. Han convertido la noticia en un circo mediático, un programa de telerrealidad con todos los ingredientes: conexiones en directo las veinticuatro horas, entrevistas, especulaciones… y todo para subir tasas de audiencia, porque la verdad es que, en nuestro país, eso vende, la gente lo mira, les interesa y les votan como mejores programas de la parrilla. Entonces tenemos un problema social que va más allá del periodismo basura. Existe simplemente porque mueve audiencias millonarias, de magazines, noticias, prime-time y programas especiales. Me gustaría ver todos estos periodistas que harían si fuera su hijo, si el drama fuera el suyo, con esta exposición pública y cruel, buscando padres y familiares desesperados para preguntar cómo llevan el drama vital. Utilizando constantemente expresiones como: esperanza, rezar, rescate, agarrarse a la posibilidad …. ¡¡Por favor!! ¿Alguien sabe cuántos pisos son 100 metros? ¿O 70, da igual? Pues así, por encima, setenta metros son al menos unos 20 pisos. ¿Alguien se imagina a un niño de 2 años cayendo desde una altura de más de 20 pisos y salir ileso? Quizás deberían haber dicho que las posibilidades reales eran infinitesimales, pero claro, eso no vende.
La palabra “morbo” viene del latín morbus (enfermedad). Antiguamente hacía referencia a una enfermedad infecciosa, especialmente la contagiosa o epidémica. Más adelante se amplió el significado haciendo referencia al interés insano hacia personas o hechos y la atracción por los acontecimientos desagradables. Parece ser que la atracción hacia lo morboso surge de la necesidad que tiene el ser humano de sentir emociones, y todos, en mayor o menor grado, estamos expuestos. Podríamos decir que es una tendencia que todos tenemos, sin excepción, y que mantenida a unos niveles normales forma parte de la naturaleza humana. Una predisposición a buscar lo prohibido, impúdico o truculento. Cuando es excesivo nos encontramos con un problema ético y mental, que la misma sociedad rechaza por que sobrepasa los límites de lo aceptable, pero cada individuo que forma parte de ella tiene su propio criterio y rango de tolerancia.
En el caso que nos ocupa, posiblemente la curiosidad morbosa que ha convertido a programas y periodistas en héroes de la comunicación, ha sido debida a la dualidad que según Wilson las personas tenemos cuando nos encontramos ante un hecho desagradable que nos es ajeno: por un lado sentimos un cierto placer, un alivio, de pensar que esto no nos ha sucedido a nosotros, lo que nos hace sentir bien por triste que sea el suceso, y por otro, el sentimiento sincero de solidaridad hacia personas que estando pasando por momentos difíciles. El hecho de que suceda algo negativo a alguien y eso nos haga sentir ligeramente bien por qué no nos pasa a nosotros, seguramente es lo que ha mantenido a tantas personas enganchadas tantos días a los medios de comunicación.
No tengo ninguna duda de que la prensa amarilla ha aprovechado esta tendencia humana y la ha estado alimentando hasta convertirla en un monstruo que ha traspasado todos los límites de la ética, la decencia y el respeto. Quizás todos juntos deberíamos hacer más autocrítica, y ante un hecho de estas características, exigir a los responsables de la información el mismo respeto que quisiéramos para nosotros.
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