Hoy hace un año que te fuiste. De golpe. Sin hacer ruido. Sin despedirte.
Ninguno de nosotros podía prever que la vida nos llevaría hacia esa zona oscura y desconocida.
Hoy más que nunca quisiera saber el misterio de la muerte, para saber dónde fuiste, dónde estás, tan sonriente y risueña, tan ligera de equipaje.
El duelo ha sido difícil, porque hemos tenido que aprender a compaginar el hecho de vivir con tu ausencia física con el indisoluble vínculo afectivo que nos unía después de tantos años y tantas experiencias vividas y compartidas. Un dolor emocional que hemos tenido que ir adaptando progresivamente a la nueva realidad … y así deberá seguir siendo.
Todo empezó la madrugada del día dieciséis de septiembre de dos mil diecisiete, aún noche cerrada, cuando quedamos todos en estado de shock, incapaces de aceptar la realidad que teníamos delante. Este estupor a algunos duró horas, a otros, días, pero a todos nos parecía que vivíamos dentro de una burbuja de desconcierto y de irrealidad. Lo que sin darnos cuenta estábamos haciendo era autoprotegernos, dar tiempo a nuestro cerebro para que fuera capaz de asumir y asimilar la información recibida desde la UCI del hospital, primer paso imprescindible que nos prepararía para transitar por el largo camino del duelo, cuando toca aceptar la realidad de la pérdida, que la persona amada y querida se ha ido para no volver.
Y a continuación, casi sin transición, la rabia, contenida, agresiva y a veces absurda, contra quienes quizás habían podido hacer algo, darse cuenta antes, escuchar a los compañeros de profesión cuando les planteaban sus dudas. Sentimientos de injusticia y de abandono que se pueden mezclar con sueños extraños, falta de concentración e incapacidad de disfrutar de cualquier actividad cotidiana. En estos momentos es importante no bloquear los sentimientos ni negar el dolor que está tan presente, porque es imposible perder a alguien que se ama sin experimentar dolor y una intensa tristeza.
Poco a poco fuimos tomando plena conciencia de que ella nunca volvería, que nos había dejado huérfanos de su presencia, de sus risas, de la hija, de la madre, de la pareja, de la hermana, de la amiga… abatidos, tristes y desorganizados al faltar una pieza clave en nuestras vidas, son momentos delicados en los que pueden pasar por la cabeza ideas de romper con los viejos esquemas, con la forma de vida habitual, hacer cambios drásticos que pueden abarcar desde el trabajo y el hogar, hasta las relaciones familiares y personales. No es una buena idea simplemente porque no es el momento adecuado. No se tiene ni la claridad de pensamiento ni la perspectiva necesaria para tomar decisiones vitales que deberán arrastrar a lo largo de la vida.
Con el andar de las semanas y los meses todos nos hemos ido reorganizando y su recuerdo se va transformando en una emoción reparadora. Se avanza, con algún pequeño retroceso de vez en cuando, pero cada vez nos vamos adaptando mejor a la realidad de esta pérdida. Hemos ido aceptando que la vida ya no volverá a ser la misma porque este vacío es irremplazable, pero es una ausencia con la que nos estamos acostumbrando a vivir. Se trata de adaptarse a una realidad sin la presencia y el apoyo que nos daba esa persona.
El mundo no se detiene. El objetivo es conseguir avanzar en la reconstrucción de la vida con un nuevo significado. No hay una fecha concreta en la que finaliza el proceso de duelo, porqué cada persona tiene su propio ritmo de evolución y porqué es un proceso lento pero progresivo. Se llega cuando hemos recolocado emocionalmente a la persona ausente y hemos hallado el lugar apropiado e importante para recordar nuestra vida juntos, ya sin intensa pena ni dolor y sí con un profundo agradecimiento por la historia compartida. Cuando hemos aprendido a mirar hacia el futuro y aceptar los cambios que nos vendrán dados, porque otras personas llegarán y otras se irán: nacimientos, despedidas, amistades, parejas, y reencuentros. Sin forzar nada, de una forma natural, porqué en resumen la vida se trata de eso, aprender a convivir con el pasado, vivir intensamente el presente y no pensar demasiado en un hipotético e imprevisible futuro.